El triángulo de la tristeza: El naufragio del capitalismo salvaje

El triángulo de la tristeza (Triangle of Sadness, Suecia 2022) pretende ser una despiadada sátira de los ricos y poderosos, creando una metáfora evidente del capitalismo salvaje como un barco que naufraga. Sin embargo, la crítica social se queda en la superficie a medida que la película se torna cada vez más misántropa y miserabilista, subrayando, una y otra vez, la misma idea sin desarrollo alguno, saltando en un charco de humor escatológico mientras baña al espectador en una explosión de vómitos y excrementos.

La película está dividida en tres episodios. El primero nos presenta a Carl (Harris Dickinson) y Yaya (Charlbi Dean), una pareja conformada por dos jóvenes atractivos: él es un modelo de avisos publicitarios y ella es modelo de pasarla, además una exitosa influencer con muchos seguidores en redes sociales. El segundo tercio nos lleva a bordo de un crucero de lujo, en el que la pareja se codea con un grupo de millonarios obscenamente caprichosos y pedantes. Y el tercer acto transcurre en una isla en la que van a parar algunos personajes del segundo capítulo.


Después de filmar una parodia del mundo del arte en The Square y ganar su primera Palma de Oro en Cannes, el director y guionista sueco Ruben Östlund cambia de figura geométrica, pero mantiene la misma irreverencia para retratar a las élites. En El triángulo de la tristeza, que lo hizo acreedor a su segunda Palma de Oro, afina la puntería contra muchos objetivos a la vez (los ricos y los pobres, el machismo y el feminismo, los ancianos y los jóvenes, los magnates rusos y los migrantes filipinos), pero mientras dispara sin misericordia a todos lados, se dispersa el impacto y su discurso anti capitalista se queda apenas en la epidermis.

La historia del cine está llena de ejemplos de películas que analizan las tensiones entre los que tienen demasiado y los que tienen muy poco, mientras se ridiculiza los vicios y la arrogancia de los poderosos. Lo hicieron con maestría Luis Buñuel en El ángel exterminador o hace unos años Bong Joon-ho en Parasite. Incluso en los últimos meses, hemos visto variaciones de ese esquema satírico en las comedias El menú y Glass Onion. Pero Ruben Östlund quiere ir más allá, pretende ser más transgresor y apuesta por un humor chocante y grotesco, por un tono panfletario y la repetición de ideas que se clavan a martillazo limpio en la pantalla, sin ningún atisbo de elegancia ni sutileza.

El primer episodio es el mejor de los tres, pues le toma el pulso con ironía a las tensiones económicas entre hombres y mujeres a raíz de una acalorada discusión sobre quién debe pagar la cuenta en un lujoso restaurante. Y si bien el  tercer capítulo es demasiado forzado y abraza el absurdo, plantea una hipótesis provocadora sobre la inversión de las dinámicas de poder cuando el dinero ya no es suficiente para determinar quién toma el mando. Entonces la belleza, la juventud o el conocimiento de las actividades básicas de sobrevivencia se convierten en la moneda corriente para hacer transacciones.


A pesar de que Östlund escribe a sus personajes como caricaturas hechas con trazos gruesos, algunos integrantes del elenco lograr traspasar la envoltura de los clichés. Harris Dickinson y Charlbi Dean (fallecida el año pasado, poco tiempo después del estreno de la película en Cannes) construyen a dos personajes que debajo de su físico impresionante, esconden cierta malicia mezclada con ingenuidad. Por su parte, Woody Harrelson tiene una corta pero divertida participación como el capitán marxista del barco y Dolly De Leon brilla en el último acto como la manipuladora Abigail.

Si bien es cierto que funcionan bien algunos gags y algunos planteamientos visuales (los encuadres aberrantes en la secuencia de la tormenta), El triángulo de la tristeza se termina pareciendo al barco del episodio central: es un vehículo pesado y sobrecargado de ideas que inevitablemente naufraga al no ser capaz de desarrollar o profundizar esas ideas. Peor aún, en su incontrolable tendencia al exceso, Östlund recurre a la reiteración de escenas de humor escatológico, mientras su parodia se queda tan vacía como el estómago de sus personajes luego de haber vomitado durante media hora sin parar.

Calificación: 5/10.

Esta película se estrenará el 23 de febrero en la cartelera peruana.

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