El horror cotidiano que emana de los medios
Actualmente coinciden en la cartelera peruana dos buenas películas de terror que tienen en común la exploración de la relación entre los medios de comunicación y el horror que emana de ellos: De noche con el diablo y MaXXXine.
De noche con el diablo (Late Night with the Devil, Australia, 2023) le saca buen provecho, a nivel estético y narrativo, a la técnica del found footage (metraje encontrado) y nos presenta la supuesta grabación de un programa de televisión emitido en 1977, en el que se realiza una entrevista a una parapsicóloga y a la sobreviviente de una matanza masiva en un culto satánico. Como es esperable, las cosas pronto se salen de control y el caos se apodera del set de TV.
El conductor del programa nocturno de entrevistas Night Owls, Jack Delroy (David Dastmalchian) viene de enfrentarse a una tragedia personal (la pérdida de su esposa) y a una crisis profesional (el rating va en caída libre, lo que hace peligrar su permanencia en el espacio televisivo). En ese contexto, decide apostar todas sus fichas al episodio especial de Halloween, donde tiene como invitados a un vidente charlatán y un mago escéptico, pero el plato fuerte está en la parapsicóloga June Ross-Mitchell (Laura Gordon) y su protegida, la adolescente de sonrisa inquietante Lilly (Ingrid Torelli). Con tal de aumentar la alicaída sintonía, Delroy presiona a June para que Lily sea poseída por el demonio en vivo y en directo.
Los directores y guionistas australianos Cameron Cairnes y Colin Cairnes aciertan al recrear la estética y la cargada atmósfera de un talk show de los años 70, de una aparente camaradería cuando las cámaras están encendidas y de una tensión agobiante tras bastidores. Casi toda la película narra la grabación del fatídico episodio de ese programa de TV, de modo que podemos ver en tiempo real lo que ocurre durante el programa y lo que ven los espectadores en sus hogares, pero también lo que acontece durante los cortes comerciales, cuando las cámaras están apagadas y tanto el conductor como el productor planifican cómo causar el mayor impacto posible para aumentar el rating.
Tomando como un claro referente al clásico Network (1976) de Sidney Lumet, los hermanos Cairnes ofrecen un retrato descarnado de la codicia desmedida y la sed de poder de los productores y conductores de televisión que están dispuestos a deshacerse de todos sus escrúpulos, de la ética e incluso de su alma con tal de tener más sintonía y, por ende, más auspiciadores, más dinero y más fama. Sin embargo, la película no es indiferente al papel cómplice de los espectadores que consumen y demandan ese tipo de contenido sensacionalista, motivados por el morbo y la curiosidad de escarbar en las grietas de las miserias ajenas.
Mientras que los dos primeros tercios de De noche con el diablo destacan por el excelente manejo del suspenso y por la creación de una atmósfera deliberadamente ambigua que nos invita a cuestionar si los entrevistados del programa realmente pueden hablar con los muertos o con demonios o si son unos farsantes, el tercer acto pierde impacto por dos motivos. Por un lado, un prólogo explicativo al inicio hace presagiar exactamente lo que va a ocurrir al final. Y además, los sucesos sangrientos y desbordados del desenlace apuestan por cambiar de registro hacia lo chocante y lo grotesco, sacrificando el misterio ganado a pulso por las ganas de provocar a como dé lugar.
Calificación: 6/10.
El conductor del programa nocturno de entrevistas Night Owls, Jack Delroy (David Dastmalchian) viene de enfrentarse a una tragedia personal (la pérdida de su esposa) y a una crisis profesional (el rating va en caída libre, lo que hace peligrar su permanencia en el espacio televisivo). En ese contexto, decide apostar todas sus fichas al episodio especial de Halloween, donde tiene como invitados a un vidente charlatán y un mago escéptico, pero el plato fuerte está en la parapsicóloga June Ross-Mitchell (Laura Gordon) y su protegida, la adolescente de sonrisa inquietante Lilly (Ingrid Torelli). Con tal de aumentar la alicaída sintonía, Delroy presiona a June para que Lily sea poseída por el demonio en vivo y en directo.
Los directores y guionistas australianos Cameron Cairnes y Colin Cairnes aciertan al recrear la estética y la cargada atmósfera de un talk show de los años 70, de una aparente camaradería cuando las cámaras están encendidas y de una tensión agobiante tras bastidores. Casi toda la película narra la grabación del fatídico episodio de ese programa de TV, de modo que podemos ver en tiempo real lo que ocurre durante el programa y lo que ven los espectadores en sus hogares, pero también lo que acontece durante los cortes comerciales, cuando las cámaras están apagadas y tanto el conductor como el productor planifican cómo causar el mayor impacto posible para aumentar el rating.
Tomando como un claro referente al clásico Network (1976) de Sidney Lumet, los hermanos Cairnes ofrecen un retrato descarnado de la codicia desmedida y la sed de poder de los productores y conductores de televisión que están dispuestos a deshacerse de todos sus escrúpulos, de la ética e incluso de su alma con tal de tener más sintonía y, por ende, más auspiciadores, más dinero y más fama. Sin embargo, la película no es indiferente al papel cómplice de los espectadores que consumen y demandan ese tipo de contenido sensacionalista, motivados por el morbo y la curiosidad de escarbar en las grietas de las miserias ajenas.
Mientras que los dos primeros tercios de De noche con el diablo destacan por el excelente manejo del suspenso y por la creación de una atmósfera deliberadamente ambigua que nos invita a cuestionar si los entrevistados del programa realmente pueden hablar con los muertos o con demonios o si son unos farsantes, el tercer acto pierde impacto por dos motivos. Por un lado, un prólogo explicativo al inicio hace presagiar exactamente lo que va a ocurrir al final. Y además, los sucesos sangrientos y desbordados del desenlace apuestan por cambiar de registro hacia lo chocante y lo grotesco, sacrificando el misterio ganado a pulso por las ganas de provocar a como dé lugar.
Calificación: 6/10.
MaXXXine (Estados Unidos, 2024) le coloca un broche lleno de sangre y escarcha a la trilogía X. Con más presupuesto y despliegue visual que en las dos películas anteriores, este tercer capítulo le rinde homenaje al subgénero del slasher y a varios clásicos del cine de terror, al mismo tiempo que explora los rastros de sangre, sudor y lágrimas que quedan impregnados en la empinada escalera que conduce al estrellato en la industria del cine.
Mientras que X, el primer capítulo de la trilogía, estaba ambientado en la década de 1970 y la precuela Pearl tenía lugar en 1918, MaXXXine nos transporta a Los Ángeles en 1985. Allí llega Maxine Minx, una estrella del cine porno que consigue por fin su gran oportunidad como actriz cuando es contratada en una película de terror. Sin embargo, un misterioso asesino tiene en su mira a las actrices jóvenes de Hollywood y, poco a poco, el cerco se va cerrando alrededor de Maxine.
Como en las dos películas anteriores, el director y guionista Ti West explora de manera lúdica la relación tóxica entre la obsesión por la fama, los impulsos asesinos que afloran por el instinto de supervivencia y los extremos a los que conduce el fundamentalismo religioso. En paralelo, West lanza guiños cómplices a los fanáticos del cine de suspenso y terror, con homenajes evidentes al cine de Alfred Hitchcock y Brian De Palma, así como referencias a elementos reconocibles del film noir, el slasher y el thriller erótico. West demuestra ser un cinéfilo empedernido que no teme apropiarse de algunos clásicos del terror para hacer su propia versión.
La protagonista Mia Goth consigue darle un aura de misterio, sensualidad, vehemencia y violencia salvaje al personaje de Maxine, logrando que su audacia y magnetismo eleven a la película incluso cuando el guion flaquea. Así como en Pearl estuvo brillante en un escalofriante monólogo, Goth tiene una escena en MaXXXine en la que se presenta a un casting y deslumbra a todos con su sensacional capacidad para alternar los matices del drama y el terror.
Aunque MaXXXine es un cierre satisfactorio para esta trilogía, se queda un peldaño por debajo de X y Pearl, pues el tercer acto trastabilla cuando se revela la identidad del asesino, que resulta tan predecible que más parece un trámite que una sorpresa. A partir de allí, la película se sumerge en una vorágine de sangre y venganza que resulta por momentos excesiva y caótica, pero que finalmente conduce a un desenlace que le da a la (anti)heroína la conclusión que tanto esperaba ella. Finalmente puede respirar tranquila: es una estrella que no aceptará una vida que no se merece.
Calificación: 6/10.
Mientras que X, el primer capítulo de la trilogía, estaba ambientado en la década de 1970 y la precuela Pearl tenía lugar en 1918, MaXXXine nos transporta a Los Ángeles en 1985. Allí llega Maxine Minx, una estrella del cine porno que consigue por fin su gran oportunidad como actriz cuando es contratada en una película de terror. Sin embargo, un misterioso asesino tiene en su mira a las actrices jóvenes de Hollywood y, poco a poco, el cerco se va cerrando alrededor de Maxine.
Como en las dos películas anteriores, el director y guionista Ti West explora de manera lúdica la relación tóxica entre la obsesión por la fama, los impulsos asesinos que afloran por el instinto de supervivencia y los extremos a los que conduce el fundamentalismo religioso. En paralelo, West lanza guiños cómplices a los fanáticos del cine de suspenso y terror, con homenajes evidentes al cine de Alfred Hitchcock y Brian De Palma, así como referencias a elementos reconocibles del film noir, el slasher y el thriller erótico. West demuestra ser un cinéfilo empedernido que no teme apropiarse de algunos clásicos del terror para hacer su propia versión.
La protagonista Mia Goth consigue darle un aura de misterio, sensualidad, vehemencia y violencia salvaje al personaje de Maxine, logrando que su audacia y magnetismo eleven a la película incluso cuando el guion flaquea. Así como en Pearl estuvo brillante en un escalofriante monólogo, Goth tiene una escena en MaXXXine en la que se presenta a un casting y deslumbra a todos con su sensacional capacidad para alternar los matices del drama y el terror.
Aunque MaXXXine es un cierre satisfactorio para esta trilogía, se queda un peldaño por debajo de X y Pearl, pues el tercer acto trastabilla cuando se revela la identidad del asesino, que resulta tan predecible que más parece un trámite que una sorpresa. A partir de allí, la película se sumerge en una vorágine de sangre y venganza que resulta por momentos excesiva y caótica, pero que finalmente conduce a un desenlace que le da a la (anti)heroína la conclusión que tanto esperaba ella. Finalmente puede respirar tranquila: es una estrella que no aceptará una vida que no se merece.
Calificación: 6/10.
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