Festival de Cine de Lima 2025: It Was Just an Accident y Sentimental Value

Luego de comentar El agente secreto y Un poeta, cierro mi cobertura del 29 Festival de Cine de Lima con mis críticas de dos películas que formaron parte de la sección Aclamadas: It Was Just an Accident (Palma de Oro a la Mejor Película en el Festival de Cannes) y Sentimental Value (Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes).


It Was Just an Accident (Yek tasadef sadeh, Irán, 2025) es un extraordinario thriller politico que, a partir de un accidente aparentemente inofensivo, desencadena una serie de acciones y reacciones que revelan las heridas abiertas de dolorosos traumas del pasado y plantean un dilema ético sobre la administración de la justicia en un país como Irán, donde el régimen autoritario oprime constantemente a los ciudadanos y ellos debaten si deben vengarse de aquellos que los torturan y los doblegan. Dicho de otro modo, la película se pregunta: ¿es posible romper el círculo de la violencia o es imposible escapar de ella?

Una noche, un hombre (Ebrahim Azizi) conduce un auto acompañado de su esposa embarazada y su pequeña hija. De pronto, atropellan un perro en la carretera y la esposa justifica el hecho diciendo que “Por algo Dios habrá querido poner al perro en su camino”. Pero el accidente genera que el auto empiece a fallar y cuando el hombre va a un taller mecánico, Vahid (Vahid Mobasseri) entra en pánico al escuchar la voz del hombre y el sonido de su pierna ortopédica. Al día siguiente, Vahid decide secuestrar a este hombre y cava una tumba en el desierto para enterrarlo vivo.

A partir de allí, la trama se complica de formas insospechadas cuando Vahid revela que cree que ese hombre que ha raptado es Eghbal, un sanguinario oficial del sistema penitenciario que lo torturó de manera inmisericorde cuando estuvo injustamente en prisión. Pero Vahid no está seguro, las dudas lo carcomen, porque cuando era torturado, él tenía siempre los ojos vendados. Así, decide consultar a otras personas que también fueron prisioneros torturados por Eghbal para confirmar su identidad. Una vez juntos, todos los ex presidiarios entran en un acalarado debate sobre si este hombre es o no quien Vahid cree que es y sobre qué deben hacer con él.

El aclamado director iraní Jafar Panahi (El círculo, Taxi, No Bears) siempre ha realizado un cine político y militante, que ha denunciado con sutileza e inteligencia los abusos del gobierno autoritario de su país, quienes lo han encarcelado más de una vez por supuestamente hacer propaganda política contraria a los intereses del régimen. Esa experiencia en prisión no solo ha inspirado el guion de It Was Just an Accident y ha servido de insumo para crear las historias de cada personaje, sino que ha sido el motor creativo que impulsa su filme más furioso, más confrontacional y más desesperado por desenmascarar las formas en las que el régimen quiebra la vida de ciudadanos cuyo único crimen es reclamar por mejores derechos laborales o rehusarse a quedarse callados frente a la injusticia.

El guion y la puesta en escena de Panahi crean con gran precisión una narración que funciona como una olla a presión, mientras se dosifica la información sobre cada personaje, sus motivaciones y sus recuerdos de la época en prisión. Lejos de ser una película completamente oscura o deprimente, en It Was Just an Accident hay espacio para el humor, el compañerismo y la ternura, para demostrar la tesis de Panahi de que incluso en el trauma y en los momentos más duros, el humanismo se abre paso como un árbol rebelde que crece en un árido desierto. El escalofriante plano final, desprovisto de diálogos, pero plagado de un sonido amenazante, pone en una nueva perspectiva todo el relato y deja una sensación de desolación que es imposible sacudirse largo tiempo después de que terminen de correr los créditos finales.

Calificación: 9/10.


Sentimental Value (Affeksjonsverdi, Noruega, 2025) es un delicado y sensible drama familiar que traza un paralelo entre las grietas físicas que resquebrajan los cimientos de una casa y las grietas emocionales de sus habitantes pasados y presentes. Además, explora las distintas formas de herencia que dejan los padres a los hijos: las casas y los objetos que las contienen, pero también los traumas, las experiencias felices y tristes, los momentos cotidianos que dejan huellas indelebles.

Cuando fallece la madre de Nora (Renate Reinsve) y Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas), las hermanas se reencuentran en el velorio con su padre Gustav (Stellan Skarsgård), a quien no veían hace tiempo. Gustav es un prestigioso director de cine (o alguna vez lo fue) y se acerca a Nora, una actriz de teatro, para ofrecerle el rol protagónico en su nueva película, un relato autobiográfico basado en la madre de Gustav. Ella lo rechaza, pues aún no está dispuesta a reconciliarse, así que Gustav la reemplaza con Rachel (Elle Fanning), una actriz de Hollywood.

Luego de la fenomenal comedia dramática La peor persona del mundo, el cineasta noruego Joachim Trier vuelve a demostrar su gran maestría para mostrar las formas en las que se construyen, se destruyen y se reparan las relaciones afectivas. En su película anterior, el foco estaba en las relaciones de pareja y en esta, se concentra en las relaciones familiares, puntualmente entre padre e hija y entre hermanas. Además, Trier y su coguionista Eskil Vogt utilizan el entorno de la casa que acoge a los personajes como un santuario lleno de recuerdos de todas las personas que lo habitaron y que fueron dejando algo de sí mismas en cada ambiente.

Y al igual que ocurría en La peor persona del mundo, Renate Reinsve vuelve a deslumbrar con una actuación sensacional, cargada de una vulnerabilidad a flor de piel, una ansiedad difícil de controlar y una sonrisa que puede estallar en cualquier momento en carcajada o en llanto. Por su parte, Stellan Skarsgård crea uno de los mejores personajes de su extensa carrera y le otorga a Gustav un carisma y una franqueza que deviene tanto en diálogos brutalmente honestos, como en situaciones hilarantes (el regalo cinéfilo que le hace a su nieto es uno de los momentos más divertidos del año).

Así como la música era el arte que les permitía a una madre y una hija canalizar sus diferencias y tensiones en Autumn Sonata de Ingmar Bergman, en Sentimental Value el cine se transforma en una especie de terapia que puede intentar reparar las profundas heridas entre un padre y una hija. Quizás no puede curar los silencios prolongados o ayudarlos a verbalizar lo que nunca se han dicho, pero tal vez pueden empezar a sanar mientras utilizan la casa que los vio crecer como un set de filmación que les permite recrear y reescribir su historia.

Calificación: 8/10.

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