Dominación y posesión
Comparto mis críticas de dos estrenos recientes de la cartelera peruana: Babygirl: Deseo prohibido de Halina Reijn y Nosferatu de Robert Eggers.
Babygirl: Deseo prohibido (Babygirl, Estados Unidos, 2024) resucita el thriller erótico de las décadas de 1980 y 1990, pero la directora Halina Reijn lo aborda desde una mirada femenina en la era post “Me Too”, entrelazando temas como la exploración del deseo sexual femenino, las dinámicas de género y de poder en el entorno laboral, las distintas formas de negociar el placer y el consentimiento en una relación de pareja, y la culpa que se asocia al disfrute del sexo o los fetiches.
Romy (Nicole Kidman) es la poderosa CEO de una empresa de tecnología y está casada con el director teatral Jacob (Antonio Banderas), con quien tiene dos hijas adolescentes (Esther McGregor y Vaughan Reilly). Cuando Romy conoce a Samuel (Harris Dickinson), un practicante de su compañía que es mucho más joven que ella, inicia una explosiva pero arriesgada aventura sexual.
En el abanico de guiños y referencias de la directora y guionista neerlandesa Halina Reijn destacan Eyes Wide Shut de Stanley Kubrick, Infidelidad de Adrian Lyne o algunos títulos de su compatriota Paul Verhoeven, como Bajos instintos o Elle. Reijn muestra el deseo ardiente de sus personajes y filma escenas cargadas de erotismo, sensualidad y búsqueda de placer, pero también retrata las punzadas de ansiedad, incertidumbre, vergüenza o confusión que aguijonean a Romy.
En el rol protagonista, la actriz australiana Nicole Kidman demuestra una vez más su infatigable vocación de abrazar los riesgos y de explorar nuevas facetas de la experiencia humana. Es una actuación fenomenal y llena de matices, precisa en la modulación de cada diálogo, gesto o mirada, alternando entre la dominación que ejerce la CEO sobre sus equipos de trabajo y la sumisión que busca esa misma mujer en la intimidad; entre la fortaleza con la que maneja su hogar y su empresa, y la vulnerabilidad que siente cuando sus deseos más inconfesables quedan expuestos.
A la directora Halina Reijn no le interesa juzgar las decisiones de sus personajes, ni condenarlos, como solía ocurrir en los thrillers eróticos de antaño, donde todo aquel que sucumbe al deseo sexual recibe algún tipo de sanción moral o social. En Babygirl, no hay premios ni castigos, no hay héroes ni villanos, ni mensajes aleccionadores. Por el contrario, se trata de una película provocadora, incómoda y perceptiva, que expone el alto voltaje de las relaciones sentimentales y sexuales entre sus personajes y cuestiona si cruzar esos límites debe ser un detonante de culpa o de liberación. El juicio moral queda fuera de campo, afortunadamente.
Calificación: 8/10.
Nosferatu (Estados Unidos, 2024) es una embriagadora película de terror gótico que crea una atmósfera onírica y perturbadora que envuelve al espectador desde la primera escena. Como la propia sombra del conde Orlok, el filme de Robert Eggers transmite la sensación constante de una amenaza latente, mientras sugiere la cercanía de un perverso y seductor ente de otro mundo que se ha infiltrado en las rendijas del mundo que habitamos para dejar una estela de muerte y destrucción.
Ellen (Lily-Rose Depp) es una mujer que vive bajo un hechizo que la mantiene en un permanente estado de inquietud. Su esposo Thomas (Nicholas Hoult) es un agente inmobiliario que recibe la misión de visitar al excéntrico Conde Orlok (Bill Skarsgård) en su castillo para finiquitar la compra de un inmueble. Pero el conde es en realidad un vampiro que está obsesionado con Ellen y que no se detendrá ante nada para poseerla.
Luego de las notables películas La bruja, El faro y El hombre del norte, el director y guionista estadounidense Robert Eggers se entrega en su cuarto largometraje al desafío de narrar su propia versión del mítico personaje de Drácula / Nosferatu. A nivel narrativo, respeta el mito que lo rodea y bebe de todas las referencias literarias y cinematográficas que lo preceden. El guion de Eggers no hace cambios drásticos, pero adapta el relato a su estilo y le imprime su propio sello, a nivel de puesta en escena, dirección de actores y, sobre todo, a nivel visual y sonoro.
En cuanto al elenco, Nicholas Hoult transita del temor inicial al pánico creciente y la desesperación final. Lily-Rose Depp sorprende con una actuación cargada de miradas melancólicas y contorsiones que van torciendo su cuerpo a medida que la sombra de Nosferatu se acerca a ella. Pero quien se roba cada una de sus escenas, es el incomparable Willem Dafoe, creando un personaje delirante, que está iluminado por la lucidez de poder ver con claridad la oscuridad que nadie más ve o nadie quiere ver.
A nivel visual, Nosferatu deslumbra y lanza un hechizo sobre la retina del espectador. La paleta de colores, los claroscuros de la fotografía y el sofisticado diseño de producción crean un entorno lúgubre y asfixiante, sumergido en distintos tonos de oscuridad y poblado de sombras que amenazan con cobrar vida. Esa oscuridad está intrínsecamente relacionada con el vínculo adictivo, tóxico y malsano que se establece entre el Conde Orlok y Ellen. Sus destinos parecen unidos por una mutua obsesión, una fascinación que va del pavor y el pánico al inevitable deseo sexual. Esa relación es el corazón de la película y en cada latido se siente la pulsión cada vez más cercana de la muerte.
Calificación: 8/10.
Romy (Nicole Kidman) es la poderosa CEO de una empresa de tecnología y está casada con el director teatral Jacob (Antonio Banderas), con quien tiene dos hijas adolescentes (Esther McGregor y Vaughan Reilly). Cuando Romy conoce a Samuel (Harris Dickinson), un practicante de su compañía que es mucho más joven que ella, inicia una explosiva pero arriesgada aventura sexual.
En el abanico de guiños y referencias de la directora y guionista neerlandesa Halina Reijn destacan Eyes Wide Shut de Stanley Kubrick, Infidelidad de Adrian Lyne o algunos títulos de su compatriota Paul Verhoeven, como Bajos instintos o Elle. Reijn muestra el deseo ardiente de sus personajes y filma escenas cargadas de erotismo, sensualidad y búsqueda de placer, pero también retrata las punzadas de ansiedad, incertidumbre, vergüenza o confusión que aguijonean a Romy.
En el rol protagonista, la actriz australiana Nicole Kidman demuestra una vez más su infatigable vocación de abrazar los riesgos y de explorar nuevas facetas de la experiencia humana. Es una actuación fenomenal y llena de matices, precisa en la modulación de cada diálogo, gesto o mirada, alternando entre la dominación que ejerce la CEO sobre sus equipos de trabajo y la sumisión que busca esa misma mujer en la intimidad; entre la fortaleza con la que maneja su hogar y su empresa, y la vulnerabilidad que siente cuando sus deseos más inconfesables quedan expuestos.
A la directora Halina Reijn no le interesa juzgar las decisiones de sus personajes, ni condenarlos, como solía ocurrir en los thrillers eróticos de antaño, donde todo aquel que sucumbe al deseo sexual recibe algún tipo de sanción moral o social. En Babygirl, no hay premios ni castigos, no hay héroes ni villanos, ni mensajes aleccionadores. Por el contrario, se trata de una película provocadora, incómoda y perceptiva, que expone el alto voltaje de las relaciones sentimentales y sexuales entre sus personajes y cuestiona si cruzar esos límites debe ser un detonante de culpa o de liberación. El juicio moral queda fuera de campo, afortunadamente.
Calificación: 8/10.
Ellen (Lily-Rose Depp) es una mujer que vive bajo un hechizo que la mantiene en un permanente estado de inquietud. Su esposo Thomas (Nicholas Hoult) es un agente inmobiliario que recibe la misión de visitar al excéntrico Conde Orlok (Bill Skarsgård) en su castillo para finiquitar la compra de un inmueble. Pero el conde es en realidad un vampiro que está obsesionado con Ellen y que no se detendrá ante nada para poseerla.
Luego de las notables películas La bruja, El faro y El hombre del norte, el director y guionista estadounidense Robert Eggers se entrega en su cuarto largometraje al desafío de narrar su propia versión del mítico personaje de Drácula / Nosferatu. A nivel narrativo, respeta el mito que lo rodea y bebe de todas las referencias literarias y cinematográficas que lo preceden. El guion de Eggers no hace cambios drásticos, pero adapta el relato a su estilo y le imprime su propio sello, a nivel de puesta en escena, dirección de actores y, sobre todo, a nivel visual y sonoro.
En cuanto al elenco, Nicholas Hoult transita del temor inicial al pánico creciente y la desesperación final. Lily-Rose Depp sorprende con una actuación cargada de miradas melancólicas y contorsiones que van torciendo su cuerpo a medida que la sombra de Nosferatu se acerca a ella. Pero quien se roba cada una de sus escenas, es el incomparable Willem Dafoe, creando un personaje delirante, que está iluminado por la lucidez de poder ver con claridad la oscuridad que nadie más ve o nadie quiere ver.
A nivel visual, Nosferatu deslumbra y lanza un hechizo sobre la retina del espectador. La paleta de colores, los claroscuros de la fotografía y el sofisticado diseño de producción crean un entorno lúgubre y asfixiante, sumergido en distintos tonos de oscuridad y poblado de sombras que amenazan con cobrar vida. Esa oscuridad está intrínsecamente relacionada con el vínculo adictivo, tóxico y malsano que se establece entre el Conde Orlok y Ellen. Sus destinos parecen unidos por una mutua obsesión, una fascinación que va del pavor y el pánico al inevitable deseo sexual. Esa relación es el corazón de la película y en cada latido se siente la pulsión cada vez más cercana de la muerte.
Calificación: 8/10.
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