9ª Semana del Cine Ulima: Cielo rojo y El arado

Luego de comentar Monstruo y Cerrar los ojos, comparto mis críticas de dos películas que también formaron parte de la muestra internacional en la 9ª Semana del Cine de la Universidad de Lima: Cielo rojo de Christian Petzold y El arado de Philippe Garrel. Ambas fueron premiadas en la última edición del Festival de Berlín, consiguiendo el Gran Premio del Jurado y el Oso de Plata a la mejor dirección, respectivamente.


Cielo rojo (Roter Himmel, Alemania 2023) es la segunda parte de la trilogía del brillante cineasta Christian Petzold dedicada a los elementos. Luego de explorar cómo el agua unía y separaba a los amantes en Ondina (2020), ahora analiza cómo el fuego es el elemento que enciende las interacciones entre sus personajes y amenaza con consumirlos.

El irascible escritor Leon (Thomas Schubert) y el relajado fotógrafo Felix (Langston Uibel) son dos amigos de personalidades muy opuestas que llegan a una casa veraniega ubicada cerca del mar Báltico para trabajar en sus respectivos proyectos: una novela y una exposición, respectivamente. Al llegar a la casa, conocen a Nadja (Paula Beer) y Devid (Enno Trebs), con quienes establecen vínculos que los conducen a rumbos insospechados.

El guion de Petzold se vale del sarcasmo y unos diálogos ácidos para explotar las tensiones internas y externas que envuelven a sus personajes. Por un lado, Leon sufre un bloqueo creativo que le impide encontrar la inspiración para escribir y eso hace que desfogue su mal disimulada frustración e impaciencia con sus compañeros, a pesar de que secretamente empieza a sentirse atraído por Nadja. Cada vez que puede, lanza alguna frase hiriente contra los demás e intenta probar su supuesta superioridad intelectual.

Sin embargo, una peligrosa amenaza empieza a rodearlos: los bosques cercanos al pueblo donde sen encuentran están en llamas. Como hacía João Pedro Rodrigues en Fogo-fátuo, Petzold establece un paralelo entre el fuego interno (el deseo sexual, la llama creativa) que crece dentro de sus personajes y el fuego externo (los incendios forestales) que los acecha.

Apoyado en las vibrantes actuaciones de Thomas Schubert y Paula Beer y la poderosa fotografía de Hans Fromm, Christian Petzold compone un relato absorbente y crea unas atmósferas cargadas de deseo y un peligro latente que desembocan en un desenlace deliberadamente ambiguo y sugerente. Y en cada chispa que se genera entre sus protagonistas, el fuego se erige como un símbolo de la pasión que arrasa con todo lo que toca.

Calificación: 8/10.


El arado (Le grand chariot, Francia 2023) constituye un doble homenaje: al arte de narrar historias de forma artesanal y a las familias enteras que dedican su vida al arte, ya sea un teatro de marionetas o el cine. Asimismo, es una lúcida reflexión sobre cómo esas tradiciones que se transmiten de padres a hijos corren el riesgo de desaparecer o perderse entre las grietas del olvido.

Simon Burchnar (Aurélien Recoing) dirige un espectáculo de marionetas junto a sus tres hijos adultos: Louis (Louis Garrel), Martha (Esther Garrel) y Léna (Léna Garrel). Aunque no ganan mucho dinero, disfrutan de su oficio y todos colaboran en el proceso creativo de cada obra que montan. Sin embargo, un evento trágico y repentino pone en jaque a toda la familia y los obliga a tomar una decisión sobre lo que cada uno desea para el futuro.

El septuagenario director francés Philippe Garrel filma aquí una historia muy personal y enraizada en su propio árbol genealógico. Por un lado, retrata el oficio de su padre, quien era titiretero. Por otro lado, sus tres hijos son los protagonistas de la película y justamente interpretan a una familia de artistas que deben continuar con el legado de su padre. La vida real del director y de sus hijos se refleja en la ficción y se vuelve un solo cuerpo indisoluble.

Resulta curiosa la forma en la cual la cámara no muestra el espectáculo de marionetas desde el punto de vista de los pequeños espectadores sentados en la sala, sino que se ubica detrás del escenario. Vemos a los actores moviendo los labios y con los brazos alzados para mover las marionetas. De este modo, Garrel pone en valor la labor de los artistas, su entrega y dedicación, así como la coordinación, concentración y trabajo en equipo que se necesitan para montar una obra.

Además, como en una película de Éric Rohmer o de Emmanuel Mouret, El arado también nos muestra el sinuoso recorrido sentimental de personajes que encuentran el amor en el momento o el lugar menos pensado o que se hallan en la encrucijada de salir del vagón de un romance que se marchita o subir al vagón de un romance que recién florece. Así como tienen dudas relacionadas a los sentimientos, los personajes también enfrentan dilemas en cuanto a su vida laboral y su realización personal: ¿deben continuar con la tradición familiar y artística o cada quien debe labrar su propio camino? Philippe Garrel no ofrece una respuesta para cada pregunta, pero sí una certeza: los lazos familiares y el legado de los padres se llevan consigo donde uno vaya.

Calificación: 8/10.

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