La Casa Gucci: Un estrambótico relato criminal

La Casa Gucci (House of Gucci, Canadá / Estados Unidos 2021) es un híbrido curioso entre telenovela estrambótica y relato criminal. La historia del ascenso y caída del clan familiar Gucci, que manejaba uno de los principales imperios de la moda en las últimas décadas del siglo XX, tiene unos abruptos cambios de tono y una tendencia a la exageración en todos sus aspectos, pero quizás por eso, resulta irresistiblemente divertida.

Nuestro punto de entrada a la historia se origina cuando una veinteañera de origen humilde llamada Patrizia (Lady Gaga), seduce a Maurizio Gucci (Adam Driver), heredero del emporio. Tras casarse, Patrizia le insiste a Maurizio que se acerque cada vas más a sus familiares para acceder a las riendas de la compañía. Luego suceden una serie de complots y traiciones que hacen implosionar todo.


Apenas un mes después del estreno de
El último duelo, el director Ridley Scott nos entrega otra película biográfica. Aunque la primera es mucho más lograda que la segunda, comparten algunos elementos. Son relatos de mujeres que se abren paso en entornos dominados por hombres y también muestran los conflictos potencialmente mortales que se desatan a partir de la lucha por obtener y mantener el poder. 

Pero mientras El último duelo destacaba por su sobriedad y precisión, La Casa Gucci apuesta por un tono más extravagante, tanto para la puesta en escena, como para la dirección del elenco. Y allí radica uno de los principales problemas del filme: sus actores parecen estar participando en proyectos distintos.

Por ejemplo, Lady Gaga y Jared Leto (quien interpreta a Paolo Gucci, primo de Maurizio) tienen un registro desaforado y más propio de la parodia, hablando con unos exagerados acentos italianos y expresándose siempre con gestos grandilocuentes. En cambio, Adam Driver está más contenido, como salido de un drama más sobrio. En el medio, se ubican Jeremy Irons y Al Pacino, quienes gracias a su experiencia, logran manejar mejor ese balance entre la sutileza y la exageración, entre la tragedia y el absurdo. 


Aunque el guion de Becky Johnston y Roberto Bentivegna narra con lujo de detalles los enfrentamientos entre bandos de familiares y luego entre ex esposos, la película nunca explora en profundidad los conflictos internos de los personajes, pues prefiere llevarnos a un ritmo frenético al epicentro de donde brota toda esa energía destructiva, para ser testigos de la decadencia de un imperio.

Al final, La Casa Gucci se termina pareciendo mucho a su protagonista Patrizia Reggiani: con su estética kitsch y su personalidad avasalladora, es tan excéntrica y dominante que es imposible apartar la vista de ella, por más que sea recargada y algo vulgar.

Calificación: 6/10.

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