El flujo de las emociones

Flow (Straume, Letonia, 2024) es una película de animación tan asombrosa a nivel visual como poética a nivel narrativo, que nos propone una experiencia inmersiva y sensorial en el reino animal. Nos invita a observar el mundo que nos rodea a través de los curiosos ojos de un gato gris y otros animales, quienes aprenden a adaptarse y sobrevivir en un entorno post apocalíptico. Mientras grandes corrientes de agua fluyen alrededor de ellos, su recorrido los lleva a vivir un sinfín de aventuras y superar atemorizantes obstáculos que hacen fluir las emociones de los espectadores.

En un mundo cubierto de agua, en el que la humanidad parece haberse extinguido, un gato busca refugio en un bote junto a un variopinto grupo de animales: un perro labrador, un capibara, un lémur y un pájaro secretario. Al mismo tiempo que intentan superar sus diferencias, deben descubrir cómo sortear las adversidades y amenazas que se les presentan en el camino.


A diferencia de la gran mayoría de películas de animación hechas por los grandes estudios de Hollywood, aquí los animales no hablan ni tienen una conducta humana, sino que se comportan como animales, dando rienda suelta a sus instintos primitivos, como cazar, alimentarse, defenderse de los peligros y protegerse mutuamente. En ese sentido, la película captura con asombrosa fidelidad y naturalidad los comportamientos típicos de los gatos, como cuando ruedan por el suelo, ronronean, avientan objetos desde el borde de alguna superficie o ponen las orejas en punta cuando están en situación de alerta.

El director letón Gints Zilbalodis y sus coguionistas Matiss Kaza y Ron Dyens conciben un relato potente que no necesita de diálogos ni personajes humanos para conmover y emocionar. En el retrato colectivo de sus personajes de animales, es inevitable reconocer algunas metáforas sobre los seres humanos cuando se enfrentan a un peligro común: la creación de una comunidad, la empatía cuando alguien atraviesa un problema, el instinto de supervivencia y la necesidad de defender a los más vulnerables.


A eso se suma una llamada de atención sobre el medio ambiente, que felizmente se maneja con sutileza e inteligencia. Como no hay diálogos ni ningún tipo de explicación ni contexto, el espectador debe inferir qué ha pasado en este mundo devastado, a partir de distintas señales que se siembran a lo largo del relato. A causa del cambio climático, los polos parecen haberse derretido y la superficie terrestre se ha inundado casi por completo, haciendo que los seres humanos desaparezcan de la faz de la Tierra.

Si bien la animación es relativamente sencilla, no se distrae en detalles innecesarios y más bien se concentra en lo esencial. Es notable cómo la narración de Flow se conduce con una enorme fluidez, calidez y contundencia emocional, apoyándose en las expresiones faciales y las acciones de sus personajes, así como en esa inconfundible dignidad y resiliencia que se asoman entre los pelos y las plumas de estos animales. La justa ganadora del Oscar a la mejor película de animación es un triunfo artístico que marca un hito y le devuelve la capacidad de conmoción y sorpresa al cine animado.

Calificación: 8/10.

Esta película está actualmente en la cartelera peruana.

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