Hienas con sotana y monos con guitarra

Comparto mis críticas de dos películas británicas que compitieron en la reciente entrega de los premios de la Academia: Cónclave (nominada a 8 Oscars, ganadora de 1 en la categoría de mejor guion adaptado) y Better Man: La historia de Robbie Williams (nominada a los mejores efectos visuales).


Cónclave (Conclave, Reino Unido, 2024) es una película diabólicamente entretenida, pero también engañosa, que intenta convencernos de que es un elegante e importante drama de prestigio, de esos que se hacen para postular a la temporada de premios, pero bajo el disfraz de esa rígida sotana se esconde su verdadera identidad: es un híbrido de melodrama exacerbado y thriller político lleno de intrigas, que en todo momento mantiene viva la llama del misterio, pero para ello recurre a las situaciones más inverosímiles posibles.

Cuando fallece el Sumo Pontífice, el cardenal Lawrence (Ralph Fiennes) recibe la misión de liderar el cónclave, es decir, el ritual por el cual se elige al nuevo líder de la Iglesia Católica. Mientras los cardenales de todo el mundo se dan cita en los salones del Vaticano y son encerrados allí hasta que termine la votación, Lawrence descubre que los candidatos que aspiran a ser el nuevo Papa esconden secretos de todo tipo.

El director alemán Edward Berger (Sin novedad en el frente) y el guionista Peter Straughan adaptan la novela Conclave de Richard Harris y aprovechan el contexto de la reunión de cardenales para mostrar las distintas fracturas que hay dentro de la Iglesia Católica, las oposiciones ideológicas y también la corrupción, la codicia y las crisis personales que guarda en su interior cada uno de estos religiosos, que debajo de la pompa y solemnidad de sus cargos son simples mortales que representan distintas facetas de la humanidad.

Ese intento por humanizar a los cardenales y por mostrarlos como competitivos líderes políticos en medio de una encarnizada campaña electoral felizmente aleja a la película de la posible solemnidad que podría tener un drama religioso y la convierte más bien en una cinta de espionaje o en una película de detectives en la que hay un sinfín de pistas por seguir y un caso por resolver. Ese buen manejo de la intriga se logra en gran medida gracias a las formidables actuaciones del elenco (especialmente Ralph Fiennes y Stanley Tucci), el montaje y la música de Volker Bertelmann, cuyos instrumentos de cuerda como violines y violonchelos crean una intoxicante atmósfera de misterio creciente.

Lamentablemente, la construcción del suspenso que se establece a paso firme en los dos primeros tercios, tambalea en el tercer acto, cuando se acumulan una serie de situaciones cada vez más forzadas, los debates ideológicos se vuelven cada vez más subrayados y la oposición entre los candidatos se torna cada vez más maniqueísta, despojando de matices a los personajes y volviéndolos estereotipos que representan solo un ideal. Y eso se corona con un desenlace ciertamente impactante, pero tan inverosímil que se nota la voluntad de provocar a como dé lugar. Cónclave puede generar interesantes debates sobre el futuro de la Iglesia y tiene mucho que aplaudir a nivel técnico y a nivel actoral, pero su guion no es todo lo revolucionario ni ingenioso que cree ser.

Calificación: 6/10.


Better Man: La historia de Robbie Williams (Better Man, Reino Unido, 2024) es una película tan hiperactiva y enérgica como un simio con sobredosis de cafeína, que supera en todo aspecto a los demás musicales del último año, desde Joker: Folie à Deux hasta Emilia Pérez pasando por Mean Girls y Wicked. Ahí donde los demás musicales de 2024 fallaron o no supieron conectar la forma con el fondo, Better Man acierta y logra resultados sorprendentes, ofreciendo números musicales electrizantes y visualmente prodigiosos, al tiempo que encuentra la canción precisa que exprese las emociones del protagonista en cada etapa del relato.

La película narra el recorrido del cantante británico Robbie Williams desde la niñez hasta que alcanza la fama en la juventud, primero como integrante de la boy band Take That y luego como solista. Es cierto que, a nivel narrativo, el guion sigue una estructura relativamente familiar en el manido género de la película biográfica de cantantes pop: el rápido ascenso a la fama; los problemas personales, familiares y de pareja; la adicción al alcohol y/o las drogas, la inevitable caída y la posterior redención, que incluye la expiación de sus pecados.

Sin embargo, el director Michael Gracey (El gran showman) y sus coguionistas Simon Gleeson y Oliver Cole encuentran un enfoque novedoso y audaz para contar una historia conocida. Su propuesta, arriesgada a nivel formal, es convertir al protagonista en un chimpancé creado con CGI, que se percibe y se siente como un bicho raro, como un impulsivo primate rodeado de humanos que están en otra etapa de la cadena evolutiva.

Al inicio, puede costar un poco acostumbrarse al concepto de Robbie como simio, pero los estupendos efectos visuales logran que sus expresiones faciales, sus miradas y su lenguaje corporal (todos los cuales le pertenecen al actor Jonno Davies, usando un traje de captura de movimiento) sean tan creíbles que uno rápidamente se encariña con el personaje y le cree todo. En paralelo, las imágenes son acompañadas de la voz en off del propio Robbie Williams, quien nos conduce por su autobiografía con el humor británico, la sorna y el carisma que lo caracterizan.

Better Man: La historia de Robbie Williams logra el balance justo entre genuina emoción, descaro y ternura (especialmente al tocar las fibras íntimas de la relación de Robbie con su padre y su abuela), dejando a su paso un puñado de números musicales memorables (destacando el del himno de inicios de siglo “Rock DJ”), filmados con precisión, adrenalina y creatividad, recordando así el cine del australiano Baz Luhrmann (Moulin Rouge!).

Calificación: 8/10.

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