El esquema afectivo
El esquema fenicio (The Phoenician Scheme, Estados Unidos, 2025) tiene el acostumbrado despliegue de encuadres simétricos, coloridos e impresionantes con los que el director Wes Anderson acaricia las retinas de sus seguidores. Aunque a nivel narrativo sea ocasionalmente enrevesada y oblicua, su núcleo emocional recae en la conmovedora historia del lento acercamiento y eventual reconciliación entre un padre y su hija.
Ambientada en la década de 1950, la película sigue los pasos de Anatole "Zsa-Zsa" Korda (Benicio del Toro), un poderoso empresario y traficante de armas que tiene tantos enemigos y rivales que cada vez se reproducen con mayor frecuencia los intentos de asesinarlo. Luego de sobrevivir milagrosamente a un accidente cuando su avión es derribado por unos desconocidos, Korda manda a llamar a su hija, la novicia Liesl (Mia Threapleton), para que lo acompañe en un viaje en el que intentará poner todos sus asuntos financieros en orden, mientras la entrena para que sea su sucesora.
Junto al entomólogo y tutor noruego Bjorn (Michael Cera), Anatole y Liesl emprenden una travesía por varios lugares con el fin de reunirse con distintos personajes con los que el magnate debe negociar y cerrar acuerdos económicos. Aunque los detalles contables y matemáticos de cada negociación son complejos (y, francamente, poco interesantes), es un verdadero deleite ver al elenco estelar que brilla en breves apariciones en esas escenas: Riz Ahmed, Tom Hanks, Bryan Cranston, Mathieu Amalric, Jeffrey Wright, Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch, entre otros. Cada uno aporta su innegable presencia escénica y a pesar de la seriedad de sus rostros, transmiten ese humor tan particular que tienen los ingeniosos diálogos de Anderson.
Al margen de ese desfile de estrellas, la película le pertenece a Benicio del Toro, quien luego de un memorable rol secundario en La crónica francesa, es promovido a un rol protagonista en el universo de Anderson y le saca el máximo provecho al personaje de Anatole, un antihéroe cínico y algo déspota, que revela paulatinamente que debajo de su armadura de hombre insensible late un corazón de padre dispuesto a todo para recuperar el cariño de su hija.
Tan obsesivo y detallista como siempre en la milimétrica composición de cada encuadre, Wes Anderson nos regala imágenes de gran belleza y expresividad junto al director de fotografía Bruno Delbonnel, el diseñador de producción Adam Stockhausen y la diseñadora de vestuario Milena Canonero. La película no solo es impecable a nivel visual, sino también sonoro, gracias a la portentosa banda sonora de Alexandre Desplat, quien compone embriagadoras melodías llenas de misterio y adrenalina, que le sientan muy bien a una película de espionaje, que es lo que es en el fondo El esquema fenicio.
Aunque esta nueva confección de Wes Anderson no alcanza los niveles de absoluta genialidad de El gran hotel Budapest, Moonrise Kingdom o Isla de perros, sí es una recuperación de su chispa creativa e inspiración luego de la fallida Asteroid City. Sobre todo, El esquema fenicio nos revela nuevos intereses de su autor (las negociaciones turbias y corruptas de los grandes magnates que amasan fortunas a costa de esclavizar y estafar a otros), pero además recupera ese interés por los vínculos paternofiliales que exploró en sus películas iniciales, como Los excéntricos Tenenbaums o El fantástico Sr. Zorro. Como un iceberg que se derrite lentamente, la forma en la que Anatole y su hija Liesl pasan de una relación fría y distante a un mayor acercamiento es el verdadero motor narrativo que impulsa el relato y mantiene vivo el interés, aun cuando los enredos financieros de la trama sean difíciles de descifrar en su totalidad.
Calificación: 7/10.
Ambientada en la década de 1950, la película sigue los pasos de Anatole "Zsa-Zsa" Korda (Benicio del Toro), un poderoso empresario y traficante de armas que tiene tantos enemigos y rivales que cada vez se reproducen con mayor frecuencia los intentos de asesinarlo. Luego de sobrevivir milagrosamente a un accidente cuando su avión es derribado por unos desconocidos, Korda manda a llamar a su hija, la novicia Liesl (Mia Threapleton), para que lo acompañe en un viaje en el que intentará poner todos sus asuntos financieros en orden, mientras la entrena para que sea su sucesora.
Junto al entomólogo y tutor noruego Bjorn (Michael Cera), Anatole y Liesl emprenden una travesía por varios lugares con el fin de reunirse con distintos personajes con los que el magnate debe negociar y cerrar acuerdos económicos. Aunque los detalles contables y matemáticos de cada negociación son complejos (y, francamente, poco interesantes), es un verdadero deleite ver al elenco estelar que brilla en breves apariciones en esas escenas: Riz Ahmed, Tom Hanks, Bryan Cranston, Mathieu Amalric, Jeffrey Wright, Scarlett Johansson, Benedict Cumberbatch, entre otros. Cada uno aporta su innegable presencia escénica y a pesar de la seriedad de sus rostros, transmiten ese humor tan particular que tienen los ingeniosos diálogos de Anderson.
Al margen de ese desfile de estrellas, la película le pertenece a Benicio del Toro, quien luego de un memorable rol secundario en La crónica francesa, es promovido a un rol protagonista en el universo de Anderson y le saca el máximo provecho al personaje de Anatole, un antihéroe cínico y algo déspota, que revela paulatinamente que debajo de su armadura de hombre insensible late un corazón de padre dispuesto a todo para recuperar el cariño de su hija.
Aunque esta nueva confección de Wes Anderson no alcanza los niveles de absoluta genialidad de El gran hotel Budapest, Moonrise Kingdom o Isla de perros, sí es una recuperación de su chispa creativa e inspiración luego de la fallida Asteroid City. Sobre todo, El esquema fenicio nos revela nuevos intereses de su autor (las negociaciones turbias y corruptas de los grandes magnates que amasan fortunas a costa de esclavizar y estafar a otros), pero además recupera ese interés por los vínculos paternofiliales que exploró en sus películas iniciales, como Los excéntricos Tenenbaums o El fantástico Sr. Zorro. Como un iceberg que se derrite lentamente, la forma en la que Anatole y su hija Liesl pasan de una relación fría y distante a un mayor acercamiento es el verdadero motor narrativo que impulsa el relato y mantiene vivo el interés, aun cuando los enredos financieros de la trama sean difíciles de descifrar en su totalidad.
Calificación: 7/10.
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