Reconciliación con la memoria
Así como una herida que no cicatriza es imposible de ignorar, es imperativo seguir haciendo películas sobre el conflicto armado interno y sus consecuencias. Es un ejercicio de memoria más que necesario en un país como éste, en el que la amnesia es un mal común.
Ahora bien, si un director solvente sabe encontrar un nuevo ángulo sobre ese tema y aprovechar una historia que sea emocionante, incómoda y, sobre todo, relevante; nos podemos encontrar con una agradable sorpresa como Magallanes, la mejor película peruana en lo que va del año.
Dejando de lado su habitual faceta de actor, Salvador del Solar ha pasado detrás de cámaras para dirigir y escribir el guion de esta película, basándose en La Pasajera, una novela corta de Alonso Cueto. Harvey Magallanes (Damián Alcázar) es un conductor que lleva un día en su taxi a Celina (Magaly Solier), un rostro que él recuerda de inmediato: es la chica que él conoció en Ayacucho, cuando él era militar y ella, una adolescente. Ella no lo reconoce, pero él no ha podido olvidarla, así que empieza a seguirla. Pronto descubre que Celina está agobiada por las deudas.
Harvey intenta reivindicar las despreciables acciones que él y un grupo de militares hicieron en Ayacucho. Para ello, recurre a medidas desesperadas con las que cree hacer justicia. Estamos entonces ante una historia de redención, de arrepentimiento y reconciliación con la memoria.
El mexicano Damián Alcázar interpreta con emoción contenida a este perdedor que busca redimir sus culpas y limpiar su conciencia. El argentino Federico Luppi se luce en el rol del ex coronel postrado en una silla de ruedas, aparentemente desconectado de la realidad, pero brutalmente confrontado a los recuerdos imborrables. Y de los actores nacionales, podemos mencionar el destacado trabajo de Bruno Odar en el rol de Milton, un mecánico y ex militar que extraña la adrenalina de la guerra.
Sin embargo, la mejor actuación de la película le pertenece a Magaly Solier, quien le da a Celina un conmovedor balance entre fortaleza y dignidad. Dos momentos protagonizados por Solier son los picos más altos de la película. El primero es cuando despierta de una pesadilla y corre cuesta arriba por un cerro, mientras su silueta silenciosa es iluminada por las luces de una ciudad que ignora su sufrimiento. Es como si todos los recuerdos que había escondido en un lugar de su memoria, salieran a atacarla de pronto y ella solo corre, buscando liberarse de ellos.
La otra escena brillante de Solier ocurre en una comisaría, cuando Celina pronuncia un monólogo en quechua, que cuestiona a todos los personajes presentes, pero también a nosotros, el público. No importa que no entendamos cada palabra, pero sí el mensaje: la dignidad humana no tiene precio.
A pesar de sus logros indiscutibles, dos aspectos no terminaron de convencerme en Magallanes. En primer lugar, un par de diálogos se sintieron forzados o irreales (por ejemplo, tras hacer una llamada de extorsión, Magallanes le dice a su hermana: “¡Qué bien lo hiciste! ¡Hasta podrías dedicarte a esto!”). Luego, la gran variedad de acentos latinoamericanos llega a distraer, especialmente en el caso del colombiano Jairo Camargo, inverosímil como policía peruano.
Salvador Del Solar tiene un sólido debut en la dirección, al generar efectivas atmósferas de tensión y suspenso, como por ejemplo ese laberíntico recorrido por el centro comercial Polvos Azules y la reveladora escena de la peluquería, en la que Celina reconoce por fin a Magallanes. También demuestra ser un director que se preocupa por demostrar las motivaciones de sus personajes, no solo en las acciones, sino en los gestos sutiles y las miradas silenciosas, cargadas de dolor, de culpa, de desesperación, pero también de perdón.
Ahora bien, si un director solvente sabe encontrar un nuevo ángulo sobre ese tema y aprovechar una historia que sea emocionante, incómoda y, sobre todo, relevante; nos podemos encontrar con una agradable sorpresa como Magallanes, la mejor película peruana en lo que va del año.
Dejando de lado su habitual faceta de actor, Salvador del Solar ha pasado detrás de cámaras para dirigir y escribir el guion de esta película, basándose en La Pasajera, una novela corta de Alonso Cueto. Harvey Magallanes (Damián Alcázar) es un conductor que lleva un día en su taxi a Celina (Magaly Solier), un rostro que él recuerda de inmediato: es la chica que él conoció en Ayacucho, cuando él era militar y ella, una adolescente. Ella no lo reconoce, pero él no ha podido olvidarla, así que empieza a seguirla. Pronto descubre que Celina está agobiada por las deudas.
Harvey intenta reivindicar las despreciables acciones que él y un grupo de militares hicieron en Ayacucho. Para ello, recurre a medidas desesperadas con las que cree hacer justicia. Estamos entonces ante una historia de redención, de arrepentimiento y reconciliación con la memoria.
El mexicano Damián Alcázar interpreta con emoción contenida a este perdedor que busca redimir sus culpas y limpiar su conciencia. El argentino Federico Luppi se luce en el rol del ex coronel postrado en una silla de ruedas, aparentemente desconectado de la realidad, pero brutalmente confrontado a los recuerdos imborrables. Y de los actores nacionales, podemos mencionar el destacado trabajo de Bruno Odar en el rol de Milton, un mecánico y ex militar que extraña la adrenalina de la guerra.
Sin embargo, la mejor actuación de la película le pertenece a Magaly Solier, quien le da a Celina un conmovedor balance entre fortaleza y dignidad. Dos momentos protagonizados por Solier son los picos más altos de la película. El primero es cuando despierta de una pesadilla y corre cuesta arriba por un cerro, mientras su silueta silenciosa es iluminada por las luces de una ciudad que ignora su sufrimiento. Es como si todos los recuerdos que había escondido en un lugar de su memoria, salieran a atacarla de pronto y ella solo corre, buscando liberarse de ellos.
La otra escena brillante de Solier ocurre en una comisaría, cuando Celina pronuncia un monólogo en quechua, que cuestiona a todos los personajes presentes, pero también a nosotros, el público. No importa que no entendamos cada palabra, pero sí el mensaje: la dignidad humana no tiene precio.
A pesar de sus logros indiscutibles, dos aspectos no terminaron de convencerme en Magallanes. En primer lugar, un par de diálogos se sintieron forzados o irreales (por ejemplo, tras hacer una llamada de extorsión, Magallanes le dice a su hermana: “¡Qué bien lo hiciste! ¡Hasta podrías dedicarte a esto!”). Luego, la gran variedad de acentos latinoamericanos llega a distraer, especialmente en el caso del colombiano Jairo Camargo, inverosímil como policía peruano.
Salvador Del Solar tiene un sólido debut en la dirección, al generar efectivas atmósferas de tensión y suspenso, como por ejemplo ese laberíntico recorrido por el centro comercial Polvos Azules y la reveladora escena de la peluquería, en la que Celina reconoce por fin a Magallanes. También demuestra ser un director que se preocupa por demostrar las motivaciones de sus personajes, no solo en las acciones, sino en los gestos sutiles y las miradas silenciosas, cargadas de dolor, de culpa, de desesperación, pero también de perdón.
Título original: Magallanes
País y año: Perú 2015
Director: Salvador del Solar
Director: Salvador del Solar
Actores: Damián Alcázar, Magaly Solier, Federico Luppi, Christian Meier, Bruno Odar, Jairo Camargo, Liliana Trujillo, Tatiana Astengo, Graciela Paola, entre otros.
Calificación: *** 1/2.
Calificación: *** 1/2.
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