Circuitos maternales

Robot salvaje (The Wild Robot, Estados Unidos, 2024) destaca al lograr una armonía entre la impresionante animación que crea el efecto de estar viendo pinturas en movimiento, la efectividad de la narración que apuesta por homenajear a varios clásicos del género y la genuina emoción que se desprende de su mirada humanista. Así, se erige como una de las películas más logradas del estudio DreamWorks Animation.

Basándose en la novela homónima de Peter Brown, el director y guionista Chris Sanders (Lilo & Stitch, Cómo entrenar a tu dragón) adapta para el cine la historia de una robot inteligente llamada Roz (voz de Lupita Nyong'o en la versión original en inglés) que, luego de un naufragio, queda varada en una isla aparentemente desierta. A pesar de que no hay ningún ser humano a la vista, la isla está llena de animales, con los que Roz empieza a interactuar y generar un vínculo cada vez más fuerte.


Sin embargo, la mayor conexión de Roz es con Brightbill, un pequeño ganso que ha quedado huérfano. De pronto, Roz desempeña el papel de madre para Brightbill: lo cuida, lo cría, le enseña a volar y a sobrevivir. En ese sentido, ese lazo maternofilial se convierte en el corazón palpitante de la película y trae a la mente a otros títulos que retratan a personajes femeninos que hacen las veces de madres adoptivas o figuras maternas: desde Maria von Trapp (Julie Andrews) en La novicia rebelde hasta Manuela (Cecilia Roth) en Todo sobre mi madre, pasando por Kala en Tarzán.

Asimismo, son inevitables las comparaciones con otras películas de animación como El gigante de hierro, WALL·E y la reciente Robot Dreams, todas las cuales comparten con Robot salvaje la presencia de un personaje creado con inteligencia artificial que, a pesar de no ser humano, demuestra que por sus circuitos y sus cables fluyen una humanidad y una nobleza que los hacen entrañables. Más allá de esos valores, lo que diferencia a Roz de los robots de las películas mencionadas es la capacidad de asumir la responsabilidad de un ser vivo como si fuera su hijo y de sacrificarse por él si es necesario.


Lo que Chris Sanders y su equipo de animadores logran es deslumbrante. Si bien los animales y los escenarios de la isla están diseñados digitalmente con CGI, sus trazos y acabados tienen el aspecto de estar pintados a mano, dando la impresión de cuadros vivos, que recuerdan al movimiento del impresionismo. No en vano, Sanders ha declarado que su intención era que el estilo visual de la película sea como “una pintura de Monet en un bosque de Miyazaki”.

A pesar de que la narración no presenta grandes sorpresas, Robot salvaje guarda bajo su armadura de metal otras armas potentes: una estructura narrativa llena de aventuras emocionantes y conmovedoras que felizmente no tropiezan en el sentimentalismo, un sentido del humor que no sacrifica la inteligencia y la ironía, así como una defensa cerrada del poder de la amabilidad y la empatía como pilares de la creación de una familia sustituta y una comunidad. No es poca cosa en el panorama del cine de animación contemporáneo hecho por los grandes estudios de Hollywood.

Calificación: 8/10.

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